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La Madre Palabra

Me has dado la existencia pero también la vida, pensé en mi mamá. En como ella me fecundó y me trajo al mundo como una palabra pero de carne y hueso. Es difícil ser padre,  ser padre es una mentira, porque no son nuestros hijos aquellos que dejamos en la escuela  todas las mañanas, son los hijos de la vida; y nosotros se las damos. Pero entonces ¿cómo dar para luego premiar al otro? ¿Cómo hacer algo solo por hacerlo, sin premio, sin beneficios, sin nada? ¿Cómo se hace para no apasionarse por lo que damos, que es “nada”? ¿Entonces, nuestros padres nos aman?
Nuestros padres nos aman apasionadamente, porque “no puede satisfacerse, sino que solo se satisface en su permanente insatisfacción”. Eso resuelve muchos problemas existenciales en cuanto a los hijos. Pobres libros, cargados de tantos paradigmas posesivamente chuecos que puede tener su autor. Pero si el amor según Lacan es dar lo que no se tiene, ellos nos dan una vida que no tuvieron, que no tienen, que no tendrán. Somos en la calidad de hijos una paradoja polisémica.
Pero los padres también son palabras, son frases, somos cuentos. Lo que decimos realmente no dura, dura quien somos y lo que decimos no lo decimos nunca de la misma manera ni con el mismo fondo. Cuando nos damos, damos lo que no tenemos, porque no nos pertenecemos ni a nosotros mismos. Es cuando aparece el “quizá…” y estoy totalmente de acuerdo en que “no hay categoría más justa para el porvenir que la del quizá”. Realmente, no somos dueños de la lectura que tenga el otro de nosotros.
Quizá… por eso las relaciones no duran. No se trabaja en forma a la lectura del otro, si no de la lectura que obligamos a leer. ¿Estamos entonces enamorados de los conceptos o de nuestra perspectiva? ¿Cuál es nuestra verdadera pasión como escritores? Suspendernos en un momento irreal como lectores y creadores. Congelarnos en el tiempo… quizá. Pero si la lectura se lee y la vida se vive; y damos a leer y damos a vivir y no damos a pensar. No estamos haciendo nada.
Hay quienes culpan al escritor de no decir nada; pero ¿somos acaso nosotros culpables de no leer nada? “No sabemos de dónde viene la escritura” pero sabemos o intuimos de donde viene nuestra necesidad o deseo de leer, recordando esto y comprendiendo que “no es el escritor el que se da a leer, sino que es la escritura misma la que se da a leer en la desaparición del autor” podríamos, quizá… saborear nuestra victoria o derrota intelectual, como lectores y escritores.

Es horrible ser un escritor prepotente. Es lamentable, cuando somos egoístas –en calidad de escritores- con nosotros mismos, porque también somos lectores. Los autores no fracasan como padres, sus hijos no son bastardos, son textos. Hay que amar mucho a los hijos, apasionadamente, pero con libertad de dejarse leer como una entidad fuera de nuestra monarquía y autoritarismo. Hay que amar mucho a los padres, porque nos han dado la existencia al escribirnos pero muchos también nos han dado la vida al leernos y releernos constantemente. Entonces, “dar lo que no se tiene” es dar la vida, y siendo escritora el “dar a leer” es vivir de nuevo, mientras se muere mi idea. 

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